viernes, 27 de septiembre de 2019

Descartes

http://abu.cnam.fr/cgi-bin/go?medit3

https://plato.stanford.edu/entries/descartes/



RESUMEN Meditaciones:
http://rosamariacastrillo.blogspot.com/2012/07/meditaciones-metafisicas-de-descartes.html?m=1

RESUMEN Discurso:
http://laorden2012.blogspot.com/2013/04/el-discurso-del-metodo-descartes.html?m=1

MEDITACIONES:
http://libroesoterico.com/biblioteca/metafisica/Descartes%20Rene-Meditaciones-metafisicas-y-otros-textos-Ed-Gredos.pdf
Texto en pocas páginas
Audiolibro:
https://youtu.be/x0q2jfX8exk

DISCURSO:
http://www.posgrado.unam.mx/musica/lecturas/LecturaIntroduccionInvestigacionMusical/epistemologia/Descartes-Discurso-Del-Metodo.pdf

Discurso y Meditaciones (Trad. Morente)

VIDEOS

sábado, 31 de agosto de 2019

Filo Web

http://www.filosofia.net/

Sócrates

Mondolfo.

Platón: Apología.

Jenofonte: Recuerdos.

Aristófanes. Las nubes.

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Peli Sócrates:
https://www.youtube.com/watch?v=qixfEOavcqE

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Platón
Apología de Sócrates.
Síntesis

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I. Proemio (17a-19a7)

El discurso de Sócrates ha sido precedido por la lectura de la acusación -incluyendo el pedido de pena de muerte-. En ella se ha prevenido a los jueces acerca del poder de convicción de Sócrates. Él inicia su alegato explicando que su poder de convicción no radica en otra cosa que en decir la verdad, ya que no tiene ni pretende usar recursos de oratoria. No hará discursos como los habituales en los juicios, sino que hablará con los jueces de la misma manera en que lo hace cotidianamente en el ágora. Pide que no se atengan a la forma de lo dicho sino al contenido. Argumenta que la acusación que enfrenta tiene origen más antiguo, y es conveniente recordarlo pues los acusadores han educado a muchos jueces actuales, y por lo tanto tienen gran influencia.

II. Las antiguas acusaciones (19a8-24b4)

a) La confusión con físicos y Sofistas (19a8-20c3)

Sócrates argumenta que muchas personas tienen una falsa idea. Creen que él es un filósofo naturalista, tal como lo pinta, entre otros, Aristófanes. (Es decir, un filósofo dedicado a problemas físicos y cosmológicos). El niega tener interés o conocimientos sobre esos asuntos.

También se lo confunde con los "sofistas", que cobran por sus lecciones, y dicen poder educar a la juventud en la excelencia humana y cívica. Pero Sócrates niega también que pueda ejercer ese tipo de actividad. (Y también ironiza sobre el asunto.)

b) El oráculo de Delfos y la sabiduría de Sócrates (20c4-23c1)

Pero sí reconoce poseer una cierta sabiduría. Relata el episodio en que su amigo Querefonte acude a Delfos para preguntar a la pitonisa si había alguien más sabio que Sócrates, siendo la respuesta que Sócrates era el más sabio. Al no considerarse sabio, Sócrates decide poner a prueba el veredicto del oráculo. Se dirije a distintas personas notables, y con reputación de sabias, interrogándolas acerca de su saber. Descubre que no podían responder satisfactoriamente a sus interrogaciones y refutaciones, y por lo tanto, que pensaban ser sabios cuando en realidad no lo eran. Así llega a la conclusión de que el oráculo tenía razón. Lo que significaba la sentencia era que sólo Dios es sabio y no los hombres, y la sabiduría de Sócrates está en darse cuenta de que, comparada con el saber divino, su sapiencia es nada. Otros no parecen entender esto, y por eso no son sabios, pero creen serlo. A partir de allí, continúa Sócrates con su tarea de refutar a quienes se pretenden sabios para hacerles tomar conciencia de que no lo son. Ya no con el objetivo de verificar los dichos del oráculo, sino para cumplir la misión que se le había revelado por su intermedio.

c) El orígen de los odios contra Sócrates (23c2-24b4)

Las refutaciones de Sócrates solían generar molestias en los interrogados, y más aún cuando las conversaciones eran presenciadas por los jóvenes seguidores del filósofo, que disfrutaban ver como se refutaba a los pretendidos sabios. Según parece, además, muchos de estos jóvenes imitaban el procedimiento, dejando en ridículo a hombres mayores. Ello promovía la idea de que Sócrates corrompía a la juventud, que es de lo que se acusa finalmente ante los tribunales.

III. La presente acusación: diálogo con Meleto (24b4-28a1)

a) La corrupción de la juventud (24b4-26b2)

Para enfrentar uno de los cargos, el de corromper a la juventud, hace uso de la facultad legal de interrogar al acusador Meleto. Establece el principio de experticia: cada tipo de artesano es especialista en su oficio, y de la misma manera en cada ámbito hay una minoría de expertos sobre él. En el diálogo, Meleto se ve empujado por la interrogación hasta el absurdo opuesto en lo referente a la educación de la juventud: en respuesta a las preguntas de Sócrates va afirmando sucesivamente que todos los jueces, todo el público presente, todos los atenienses, son capaces de educar a la juventud; el único corruptor sería, aparentemente, Sócrates. Por lo demás, quien hace daño no ignora que el perjudicado tratará, a su vez de dañarlo. Por consiguiente, supone Sócrates, si él ha hecho algún daño ha sido involuntariamente, y en ese caso la ley manda que el ignorante sea instruido, no castigado.

b) Dioses y demonios (26b2-28a4)

Sócrates interroga a Meleto sobre el cargo de no creer en los dioses de la ciudad, introduciendo entidades daimónicas nuevas. Primero lo confronta haciéndole afirmar que Sócrates no cree en dioses y que, además, no cree en el carácter divino de los astros. Sócrates se defiende diciendo que la idea de los astros como cuerpos puramente físicos es más bien de Anaxágoras, como cualquier persona instruida en Atenas sabe. Después refuta el cargo de ateísmo señalando que los daimones, tal como los consideraban por entonces los griegos, son divinidades o bien hijos de dioses. Por lo cual, creer en un daimon es creer en dioses, y la acusación es contradictoria.

IV. El puesto asignado por la divinidad (28a4-31c3)

Sócrates se pregunta si alguien podría intentar hacerlo avergonzar por haberse dedicado a actividades que lo han terminado llevando frente a un tribunal que lo juzga, y que podría condenarlo a muerte. Responde apelando al sentido heroico que debe asumir un griego que cumpla con las más antiguas tradiciones que son, a la vez, exigencias sagradas. Toma el ejemplo de Aquiles, quien prefiere hacer lo que le parece debido, osea presentar combate para vengar a su amigo Patroclo, aun sabiendo que el destino le tiene reservada la muerte si elige ese curso de acción. Compara su situación con la de un soldado -como lo ha sido él en varias batallas- que no abandona el puesto que la superioridad le ha asignado, aunque le cueste la vida. Considera que el interrogar a sus conciudadanos es una misión que la divinidad, Apolo, le ha encomendado; el Dios le ha asignado ese puesto, y no lo abandonará por temor a la muerte. Por eso, aún si lo absolvieran a condición de abandonar el filosofar, continuaría con su proceder. Y de condenarlo, los atenienses perderían más que él: pues el puesto que Dios le ha asignado es el de mantener a los atenienses en estado de alerta, preocupados por el perfeccionamiento personal, y no por su fortuna u otras cosas.

V. El alejamiento de Sócrates de la política (31c4-33a5)

Sócrates llama la atención sobre el hecho de que suele estar siempre por distintos lugares de la ciudad hablando a las personas individualmente, pero no acude a las deliberaciones públicas. Así se lo indica el daimon, osea una voz que escucha desde niño que lo disuade de hacer ciertas cosas (aunque no lo impulsa a hacerlas.) Y la indicación es correcta, pues Sócrates afirma que el involucrarse en política le hubiera costado la vida, y no podría haber sido útil a nadie. Como ejemplos concretos pone dos participaciones suyas en cuestiones públicas: el juzgamiento a los estrategas (durante la democracia) y la orden de arrestar a León de Salamina para llevarlo a su ejecución (en el gobierno de los Treinta Tiranos). En ambos casos Sócrates se opone por considerarlas situaciones ilegales e injustas, y siempre a riesgo de su vida.

VI. Las "lecciones" de Sócrates (33a5-34b2)

Sócrates niega ser maestro. Afirma haber dialogado sin impedir que lo escuche nadie que quisiera hacerlo, y sin haber cobrado dinero por ello, ni hecho distinciones entre ricos y pobres. Y también niega haber impartido "lecciones", máthema. Por lo tanto, no se responsabiliza si un supuesto discípulo luego se convierte en deshonesto. Los jóvenes se hacen seguidores porque les divierten las refutaciones socráticas, que él no considera diversión, sino misión divina. Sócrates desafía también a que se presenten los damnificados por las enseñanzas corruptoras, y muestra que sus amigos y seguidores más bien están a favor suyo, y dispuestos a ayudarle.

VII. La conducta de Sócrates en el tribunal (34b5-35d8)

Sócrates se previene contra la posible irritación que puede causar entre los jueces su abstención de recurrir a ciertas tretas comunes como lamentarse, traer a los hijos para dar lástima, y cualquier recurso bajo para apelar a la sensibilidad. Sócrates considera que, al tener cierta reputación en su sociedad, sería vergonzoso, poco honorable y un mal ejemplo. Considera, además, que no es justo ser absuelto a fuerza de ruegos. El juez no debe sentenciar haciendo favores a quien le plazca, sino decidir lo justo según las leyes.  Implorar no es honorable, ni justo ni religioso. Y por lo tanto, argumenta Sócrates, al intentar violentar la decisión mediante ruegos iría en contra del Dios y le daría razón a la acusación de ateísmo, que rechaza.

VIII. Examen de otras contrapropuestas de penas posibles (35e1-38b9)

Sócrates recibe la condena sin indignación ni sorpresa, pues era lo que esperaba. Pero le sorprende la escasa diferencia de votos.
Se le requiere, por ley, hacer una contrapropuesta de pena, a la pena de muerte solicitada por los acusadores.
Sócrates considera no haber hecho ningún daño a la ciudad con sus actividades, sino más bien un servicio público, incluso a desmedro de sus asuntos personales. Por lo tanto, solicita ser mantenido por la ciudad (alimento en el Pritaneo.) Pide que no se considere esto como jactancia. Es lo que corresponde por no haber hecho nada injusto, de lo cual quizá podría persuadir a los jueces si tuviera suficiente tiempo. Entonces, al no haber actuado injustamente no considera justo proponerse algún mal (pena) para sí mismo. La muerte, dice, no sabemos si es un mal o no. La prisión sería una esclavitud inmerecida. Multas, no tendría para pagar.
La pena de destierro tampoco le parece razonable, pues daría los mismo problemas en otro lugar. El reducirse al silencio no le resulta posible porque sería desobedecer al dios. Además, una vida sin examen no merece vivirse.
No cree merecer pena, pero pagaría multa dentro de sus posibilidades de tener fortuna. O pagarían sus amigos.

IX. Alocución a los que han votado por la condena (38c1-39d9)

Sócrates hace notar, a quienes lo han condenado, que estarán sujeto al reproche de injustos por haberlo condenado a muerte. Y ello por no haber esperado a la muerte natural inminente, dada su edad.
No aceptará que le digan que ha sido condenado por falta de un apropiado discurso de defensa. Mas bien lo ha sido por no querer humillarse. Juzga que no debe hacerse nada servil frente al peligro. Ni en los tribunales ni en guerra, ni en cualquier otra circunstancia, debe procurar uno eludir la muerte a cualquier precio. Es más difícil eludir la bajeza que la muerte.
Sócrates pronostica que deshaciéndose de él no se acabarán los reproches y el escrutinio de los atenienses por su modo de vida. Profetiza que otros continuarán haciéndolo, y algunos más duramente, sobre todo los jóvenes, lo que también generará irritación. Porque el modo de terminar con la vergüenza no es acabar con el mensajero, sino el convertirse en personas mejores.

X. La muerte como bien (39e1-42a5)

Finalmente se dirige a los jueces que votaron por su absolución.
Considera que algo maravilloso ha sucedido, y es que su daimon en ningún momento de su defensa se le ha opuesto. Por lo cual, deduce que lo que le ocurre en el fondo es bueno, y que la muerte quizá no sea un mal.
La muerte es, o bien la nada, o bien un tránsito a otra vida.
Si es la nada, entonces es como un sueño muy profundo, es decir, algo superior a muchos momentos de la experiencia consciente.
Si es tránsito a otra vida, puede que tengan razón los mitos, y esté la ocasión de conversar y pasar tiempo con algunos grandes personajes del pasado. Allí todos deben ser más felices, y no lo condenarían a muerte por sus conversaciones. Suponiendo, claro está, que todo eso que se dice sobre otras vidas sea cierto.
Exhorta a los jueces a enfrentar la muerte con buena esperanza. No existe mal alguno para el hombre de bien, en esta vida o tras la muerte, y sus obras no son descuidadas por los dioses.
Sócrates afirma que es probable que ya sea mejor para él la muerte.
Pide que al crecer sus hijos sean sometidos a la misma clase de interrogatorios que Sócrates les hacía a los atenienses, si les pareciera que se preocupan más por la fortuna o cualquier cosa antes que por su virtud o perfección (areté). Y también si aparentan ser algo que no son, o creen merecer algo que no merecen. Eso sería proceder justamente con el propio Sócrates y sus hijos.
Sócrates termina diciendo que es hora de marchar. Él a morir y sus jueces a continuar con sus vidas; y sólo el dios sabe quién es el que marcha hacia lo mejor.

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(Síntesis adaptada del texto de Eggers Lan por M. Paesani).
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Filosofía Antigua

Mondolfo.

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Thomas R. Martin, An Overview of Classical Greek History from Mycenae to Alexander.
Thomas R. Martin: Democracy in the Politics of Aristotle.
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http://www.stoa.org/
https://blog.stoa.org/
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Diógenes Laercio Vidas.

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Kitto: Los Griegos- (Eudeba)
https://archive.org/details/LosGriegosHKittoEudeba2001/
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